sábado, 27 de noviembre de 2010

we own the sky (m83)

Fotografía de Lina Scheynius (Calendar 08)


Gotea la ducha. Caen las últimas gotas, las rezagadas. Aquellas que tardaron en deslizarse por la goma, ahora recorren la espalda, muy lentamente, como con recelo a dejarse llevar hacia el final. Está acabando el otoño, dentro de poco llegará el invierno. Lentamente acapara los días, con la noche, con las manos gélidas, los mocos en plena actividad, la lana, los tés de por la noche, los abrazos que más gustan, los pies fríos bajo la sábana. El no querer salir de la ducha. El pijama encima del radiador. La vela de frutas encima de la mesa. Los dedos de los pies encogiéndose dentro del calcetín gordo. Tocas tus propias manos, las sientes secas, rojas. Pero la luz es diferente. Sobre todo a las cuatro y cuarenta y siete minutos de la tarde. Se filtra por la ventana. Veo las motas de polvo suspendidas en el aire, flotando. Los rayos atraviesan la suciedad de las ventanas. Cuidadosamente. Pienso siempre en que tengo que limpiarlas, pero miro atentamente ese momento del día, que por unos instantes se queda atrapado en el baño. La ventana pequeñísima parece sacada de un cuadro. Empañada. Ahora es diferente. Quiero que siga siendo invierno, cuando ni siquiera ha entrado la estación. Observo un momento el baño. Me doy la vuelta en el umbral de la puerta. La madera cruje al cerrar. No quiero que se escape, ni la luz, ni ese sentimiento. El suelo está caliente. Lo siento bajo las plantas de los pies. Paso el pie por la parte de atrás de la otra pierna. Se erizan los brazos. Y la nuca. El calor se junta. Siento la textura de la uña del dedo gordo.  La toalla está más mullida que nunca. Atravieso la alfombra. Caen las últimas gotas del tobillo, perdiéndose en la pelusa gorda de la moqueta de la habitación. El invierno se filtra por las rendijas de la persiana. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario