martes, 14 de diciembre de 2010

dejar de soñar.

Fotografía de Ryan McGinley


Desde el tren ves ese bosque, con la hierba templada por el calor tan extraño de invierno que hace estos días.  El prado parece una alfombra tupida. O terciopelo verde. Los rayos de principios de la tarde esquivan árboles, y ramas secas, alargando las sombras hasta que llegan a tí, ahí, en un butaca incómoda. El cristal que pone ventana de emergencia está demasiado sucio, pero la luz se retuerce en el aire. El sonido del traqueteo no hace más que acentuar el ritmo del paso de los árboles ahí abajo, a medida que avanzas, y se van quedando atrás. Un aura de neblina cubre el bosque. Las sonrisas de la mañana se consumen con el agua de la botella, fresca, que contrarresta el calor que hay en el vagón. 

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