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Fotografía de Albert |
Lo digo con una sonrisa demente. Veo el esqueleto bailando al viento, serpientes saliendo de la lengua podrida y las ampulosas páginas de éxtasis sucias de excrementos. E incorporo mi lodo, mi excremento, mi locura, mi éxtasis al gran circuito que circula a través de los subterráneos de la carne. Todo ese vómito espontáneo, indeseable, de borracho, seguirá manando sin cesar, a través de las mentes de los que han de venir, a la vasija inagotable que contiene la historia de una raza:los humanos. Los inhumanos. (...) Con las manos siempre vacías, siempre tratando de agarrar y asir el más allá, el dios inalcanzable. (...) Lo veo cuando se arranca el cabello en su esfuerzo por comprender, por aprehender lo que es eternamente inalcanzable, lo veo cuando braman como bestias enloquecidas y se precipitan dando cornadas, veo que está bien y que no hay otro camino. Ha de subir al lugar más alto y arrancárselas entrañas, mientras pronuncia palabras incoherentes: ¡Está bien, y es justo porque debe hacerlo! Y todo lo que se quede corto con respecto a ese espectáculo espantoso, todo lo que sea menos escalofriante, menos aterrador, menos demencial, menos embriagado, menos contagioso, no es arte. El resto es falso. El resto es humano. El resto corresponde a la vida y a la ausencia de vida.
Trópico de Cáncer.
La capucha como símbolo de seguridad
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